La casa de la alegría, de Edith Wharton

-¿Recuerdas lo que me dijiste una vez? ¿Que sólo podías ayudarme dándome tu amor? Pues bien... me amaste durante un tiempo y me ayudó mucho; siempre me ha ayudado. Pero el momento pasó... Fui yo quien lo dejó pasar. Y hay que seguir viviendo. Adiós. Le cubrió la mano con la que tenía libre y se miraron con una especie de solemnidad, como si estuvieran en presencia de la muerte. Y algo, en efecto, yacía muerto entre los dos: aquel amor que ella había matado y ya no podía resucitar. Sin embargo, algo vivía también ahí, algo que ahora estallaba dentro de ella como una llama inextinguible: el amor que el amor de Selden había encendido, la pasión del alma de Lily por el alma de él. Hay amores no realizados que iluminan más que las más bellas historias de amor. Pensemos en la escena de la pareja atrapada en un cuarto en la película In the Mood for Love (Wong Kar Wai, 2000) o la escena final en la estación de tren de Breve encuentro (David Lean, 1945). La incapac...