"No hay bestia tan feroz", de Edward Bunker; traducción de Laura Sales Gutiérrez (Sajalín, 2009)
Cuando la historia borre Estados Unidos o America, y la naturaleza
recupere el terreno robado, dejando solo el rastro de pueblos humeantes y
algunos rascacielos corroídos y oxidados, deberemos recordar que de esa
tierra surgieron los mejores mitos del siglo XX. Primero, el western,
con sus héroes solitarios, sus pioneros, tramperos, cazarrecompensas o
buscadores de oro, abriendo fronteras y forjando un país a base de
sangre y oro. Después, conforme las ciudades crecieron y barrieron
aquellos puebluchos de mierda perdidos en el desierto, nuestro héroe
mudó en villano. Y en honor a sus antepasados, decidió forjar su destino
en el crimen, como un buscador de oro fuera de la ley.
Max Dembo
es un lobo solitario huido de la sociedad carcelaria que lo controla,
que decide seguir su destino: seguir siendo un criminal huido de la ley.
No hay bestia tan feroz, de título shakespeariano, es una novela
que bebe del mundo carcelario y criminal que conoció Edward Bunker. De
ese particular descenso a los infiernos surge este Max Dembo, tan
deformado como Ricardo III, que sobrevive a su destino criminal en las
cloacas y vertederos que la sociedad escupe.
Escrita en primera
persona, es una novela áspera y dura tal como requiere el género pero a
la vez tallada y sublimada con notas poéticas y fogonazos de humor
negro. Cárceles, robos de bancos y joyerías, yonkis, huida por largas
carreteras, moteles, desiertos... toda la mitografía de America cabe
aquí.
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