Si he de ser un errante y he de andar vagando sobre la tierra: Roman Polanski y "La venus de las pieles"

 El teatro como mundo: una obra dentro de la obra, que desdibuja los límites entre la realidad y su representación. La historia oscila entre la ópera bufa y el thriller psicológico, bien acompasados con la banda sonora de Alexander Desplat. El resultado, para mi gusto, es una de las películas más decepcionantes de Roman Polanski.



Es curioso buscar paralelismos entre Woody Allen y Polanski: ambos son de origen judío (el primero, procedente de la comunidad que vivía entre Brooklyn y Manhattan; el segundo, un superviviente del Holocausto). Los dos han reflexionado de alguna manera sobre la suerte de los judíos en Europa o América. Del mismo modo, ambos han sufrido demandas por abusos sexuales (en el caso de Woody Allen, siempre negadas) y en los que el escándalo les sigue hostigando en la vejez. Ambos nacieron en los años 30 (con un par de años de diferencia) y comenzaron a dirigir largometrajes en los sesenta.

¿Y a qué viene esto?, diréis. Porque de algún modo, siempre está presente un componente biográfico y vital en sus películas, y ambos han interpretado personajes desarraigados como Trelkovski, el protagonista de Le locataire (en España, El quimérico inquilino). En La Vénus à la fourrure, adaptada de la pieza teatral de David Ives (trasladada de Nueva York al París de Polanski), y que recrea "La venus de las pieles" de Sacher-Masoch, creo reconocer en el personaje de Thomas Novachek al mismo personaje extranjero, desarraigado y judío del Trelkovski de la novela de Roland Topor: ambos son obligados a representar un personaje, incluso a travestirse, y a ser devorados metafóricamente en su propio escenario, bajo la mirada de un público que espera su caída (la degradación y caída del extranjero y judío). Del mismo modo que Woody Allen, Roman Polanski ya no actúa en sus películas y se desdobla en actores como Mathieu Amalric para mostrar esa inseguridad ontológica del judío.




La película se resiente de su base teatral y se hace pesada y difícil de seguir si no aceptas ese juego y engaño que propone la película. Con solo dos actores en el reparto, es difícil no incomodarse ante un Amalric forzado y poco creíble, y una Emmanuelle Seigner haciendo gala de sus pésimas condiciones de actriz.

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