Príncipe

 Al principio, llegas al mundo como un gran príncipe a una fiesta. Tomas conciencia de que eres especial por la sencilla razón de que tú eres tú y no otro. Si no fueras tú, serías otro. El no ser otro hace que seas tú. Solo tú eres especial, frente a los otros que no pueden ser tú.

Y pasan los años. La vida te golpea, te zarandea, te arrastra por el barro como a un mendigo.

Acudes a quejarte: quiero hablar con el responsable de esto. El responsable está ocupado, te dicen. Ausente. Siempre. Quiero poner una queja, afirmas con orgullo principesco.

Y mientras no dejan de entregarte papeles y papeles para rellenar, largos formularios de cientos y cientos de páginas que vas completando durante horas, días con sus noches, piensas: me las pagarán. Desde luego que me las pagarán.

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