Portrait de la jeune fille en feu (Retrato de una mujer en llamas), de Céline Sciamma

Céline Sciamma ha creado una película abiertamente feminista, a la vez que una historia de amor lésbico, de gran aceptación crítica. Eso, en una industria del cine donde la mujer tiene un papel marginal y que es en muchas ocasiones machista, es positivo. Retrato de una mujer en llamas es una película de mujeres, hecha y escrita para mujeres.

 

Aquí podemos encontrar variados tipos y caracteres de la mujer (al menos de la mujer del siglo XVIII en la que se ambienta la película): la prometida (la novia protagonista, obligada o comprometida a casarse por su madre) la artista pintora (relegada en una academia dominada por hombres a ocultar su firma o a trabajos espurios), la criada deseosa de abortar (la escena del aborto es excelente, un retrato de la vida y la muerte preciosamente ilustrado), las milagreras o santeras, que eran expertas en hierbas y abortos, cuando no en drogas, y que históricamente ha sido representadas y condenadas como brujas (recomiendo leer Calibán y la bruja de Silvia Federici), el coro de cantoras en un ritual sobre el fuego (símbolo de paganismo o religiosidad terrestre, frente a la religiosidad celestial masculina), etc.

 

Sciamma hace una defensa de la mirada (y del retrato artístico por extensión) como privilegio de la mujer, o no exclusivamente masculino: es decir, coloca a la mujer como sujeto, frente a su tradicional subordinación como objeto, como depositaria de la mirada masculina.

Estamos además ante una película muy bien ambientada y fotografiada, con una iluminación o uso de la luz exquisito (los ropajes y sobre todo la piel nunca han sido mejor fotografiados, diría yo, que en esta película), cercano a la pintura neerlandesa del siglo de oro (Vermeer por ejemplo) o a la pintura nórdica del diecinueve en sus interiores (Hammershøi)  o el paisaje romántico alemán (es fácil asociar a Caspar David Friedrich en la escena de la mujer de espaldas en el paisaje de la playa y las rocas).




 

Sin embargo, la película no ha acabado de convencerme por lo que debo disentir sobre su buena acogida. La película se me antoja algo acartonada, plana, y el trabajo de las actrices principales pobre, casi esforzadas, en la que mínimos gestos movilizan excesivos recursos. Tal vez sea debido a una deficiente dirección de actrices más que a la potencialidad de Noémie Merlant y Adèle Haenel, prometedoras actrices.

En otro sentido, considero que la película depende excesivamente del paratexto, cuando no del mensaje, para reforzar alguna de las tesis que desea formular. Aunque revestida con un ropaje exquisito, ese paratexto debilita de alguna manera la fuerza del film. Aun así, conserva imágenes y símbolos de mucha fuerza, que cualquier espectador atento puede observar: el fuego (símbolo tradicional de purgación o purificación del pecado, en este caso el amor libre y apasionado de las dos mujeres), el cuadro de la mujer siendo guardado en una caja de madera claveteada antes de ser entregada en matrimonio (símbolo de la mujer enterrada en vida), o la imagen espectral o fantasmal de la mujer con el traje blanco (símbolo tal vez mortuorio)... Recomendada pero con reservas, pues.



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