The Master, de Paul Thomas Anderson
Desconcertante. Así podría calificar una de las películas más esperadas del año. El sexto film de Paul Thomas Anderson ahonda aún más en la negrura que su anterior ("There Will Be Blood", en España conocida como "Pozos de ambición") aun conservando ciertos paralelismos con esa obra protagonizada por Daniel Day Lewis.
¿Es The Master un mal film? En absoluto, al menos la realización es impecable y la interpretación de los protagonistas excelente como cabía esperar. Pero, ¿de qué trata The Master o qué pretende contarnos? Es dificil decirlo, pero tal vez habría que intentar formularlo negativamente ¿Qué es lo que no pretender contar?
En primer lugar, no se trata (al menos no es lo fundamental) de una crítica de la manipulación religiosa. Cualquier percepción de este tipo sesgaría un film que escapa de interpretaciones restrictivas.
Dirigamos pues la mira al conflicto entre la pareja protagonista: el choque de ese meteorito a la deriva que es Freddie Quell (un extraordinario y creíble Joachim Phoenix, casi al borde de la sobreactuación) con el iluminado Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman). Este conflicto no termina de mutar o de explotar en ninguna dirección conocida. De forma consciente, se evita todo tipo de trascendencia que permita al espectador digerir ese pathos o justificar de algún modo a los personajes. La experiencia, con la ausencia de toda sentimentalidad, sin llegar a incomodar, termina siendo algo insatisfactoria.
Una tercera vía que ayude a explicar algo del trasfondo, sería indagar en su sentido moral. En este caso, se alude a la imposibilidad de vivir sin Maestros. Es casi una protesta contra la autoridad tiránica de la fe, de las religiones, o de Dios. Sin embargo, cualquier consideración moral palidece ante el personaje de Freddie Quell, indómito, salvaje, cuyo único objetivo es la autodestrucción. Ésta es una de las diferencias con respecto a "Pozos de ambición", en la que la amoralidad destructiva de Daniel Plainview aún guardaba un cierto eco de rebelión individual. En "The Master", Paul Thomas Anderson, opta por privarnos de esa ilusión, ofreciendo esa posibilidad de vivir sin fe a un personaje tan miserable y nihilista como Freddie Quell. Lejos queda pues de la maravillosa redención de esos personajes hundidos de "Magnolia". Casi un canto a la vida en medio de sus sombras. Ahora hay casi un cierto placer en la negritud, muy difícil de justificar para quien espere recibir cómodas o placenteras compensaciones estéticas.
En primer lugar, no se trata (al menos no es lo fundamental) de una crítica de la manipulación religiosa. Cualquier percepción de este tipo sesgaría un film que escapa de interpretaciones restrictivas.
Dirigamos pues la mira al conflicto entre la pareja protagonista: el choque de ese meteorito a la deriva que es Freddie Quell (un extraordinario y creíble Joachim Phoenix, casi al borde de la sobreactuación) con el iluminado Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman). Este conflicto no termina de mutar o de explotar en ninguna dirección conocida. De forma consciente, se evita todo tipo de trascendencia que permita al espectador digerir ese pathos o justificar de algún modo a los personajes. La experiencia, con la ausencia de toda sentimentalidad, sin llegar a incomodar, termina siendo algo insatisfactoria.
Una tercera vía que ayude a explicar algo del trasfondo, sería indagar en su sentido moral. En este caso, se alude a la imposibilidad de vivir sin Maestros. Es casi una protesta contra la autoridad tiránica de la fe, de las religiones, o de Dios. Sin embargo, cualquier consideración moral palidece ante el personaje de Freddie Quell, indómito, salvaje, cuyo único objetivo es la autodestrucción. Ésta es una de las diferencias con respecto a "Pozos de ambición", en la que la amoralidad destructiva de Daniel Plainview aún guardaba un cierto eco de rebelión individual. En "The Master", Paul Thomas Anderson, opta por privarnos de esa ilusión, ofreciendo esa posibilidad de vivir sin fe a un personaje tan miserable y nihilista como Freddie Quell. Lejos queda pues de la maravillosa redención de esos personajes hundidos de "Magnolia". Casi un canto a la vida en medio de sus sombras. Ahora hay casi un cierto placer en la negritud, muy difícil de justificar para quien espere recibir cómodas o placenteras compensaciones estéticas.
Philip Seymour Hoffman, The Master
Amy Adams, sobresaliente en su papel de déspota, manejando los hilos de la secta
Comentarios