El traje de los domingos

"Hay que viajar para descubrir, con los propios ojos que el mundo es muy pequeño, y por tanto que es absolutamente necesario hacer un esfuerzo para dignificar la visión hasta llegar a ver las cosas en grande" J. Pla

A Vainica Doble se les perdona todo. Es el grupo de lo políticamente correcto desde que poperos y petardos impusieron el dogma de su genialidad. Su trayectoria parece blindada de cualquier opinión negativa o prejuicio. Son modernas, irónicas, descreídas, una rara especie en el paisaje del franquismo y posfranquismo. El eslabón o punto de encuentro entre los cantautores y los grupos pop. La seriedad del mundo adulto les produce risa. Ellas prefieren habitar el submundo extraño de los animales y niños (cuando no son juzgados o vistos desde la perspectiva de los adultos), en un antiuniverso donde podrían convivir los cronopios de Cortázar, los macabros dibujos de Edward Gorey, el protagonista de Ferdydurke, los poemas de Gloria Fuertes, o los antipoemas de Nicanor Parra, aunque imbuidas de didactismo infantil. Yo mismo he ido a que me revisaran la cabeza cada vez que me he encontraba canciones que no soportaba. Pienso que tal vez una maldición me ha apartado de ese universo, y hay algo en mi vida trajeada que no soporta esa tendencia a lo kitsch, al pastiche, a la broma espontánea. Sus canciones tienen el trazo inseguro de la caligrafía infantil. Y ellas, como si fueran buenas y tolerantes abuelitas, aceptan vestir sus canciones los arreglos más pastelosos (valgan como ejemplo las terribles "Cartas de amor" o "Madre no hay más que una"). Tal vez si hubiesen sido más trabajadoras y severas hubiesen traicionado a ese mundo, y las habrían expulsado.

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