Otros tres escritores excéntricos
Juan José Arreola
Marcel Schwob
Emmanuel Bové
Decía Samuel Beckett que cuando uno se escucha lo que se oye no es literatura. Emmanuel Bové (una debilidad del propio Beckett, o de Vila-Matas, que nos lo recomendó en una de sus novelas, y que es otra razón para leer a Vila-Matas, que no me canso de repetirlo) tenía ese hermoso sentido del detalle para desnudar nuestra mente atravesada de temores y pensamientos vergonzosos, por el espanto de sentirnos un cuerpo al que hay que mover, que ocupa un espacio que no escapa a la mirada de los otros, que amenaza con delatarnos. Somos, en esencia, seres ridículos. Mis amigos, su más conocida novela, narra la vida de un flaneur, de un pobre hombre que sólo "quiere parecese a todo el mundo", tener algún amigo, o alguna amante. Es impresionista porque está atravesada por esa luz que rasga toda impresión de realidad, de fugacidad o apariencia. O es surrealista por la forma de estampar en imágenes ese flujo de la conciencia. O por tirar más el hilo de cierta pedantería mía, precede a los postestructuralistas como Foucault o Bourdieu al mostrar que gran parte de los significados sociales y de la estructura del pensamiento se fundamentan en reglas violentas. Sin embargo, la lectura de esta magnífica obra nos invita a reflexionar sobre la belleza de los significado puros, no mediatizados por otros significados, de atreverse a tocar ese núcleo vital en el que cada cosa existe por sí misma, donde no importa lo que nos están contando, o sucediendo, sino sólo el vaivén de nuestra vida suspendida en un momento que tiene tanto de ridículo como de mágico.
Mexicano, y como muchos otros escritores mexicanos (tres buenos ejemplos son Paz, Pitol o Monsiváis), su torrente sanguíneo está mezclado de una cultura donde conviven lo fantástico y lo maravilloso, lo pagano y lo religioso en una farsa notable que se auxilia, hasta la médula del absurdo, en el judeocristianismo, los fabularios, las coplas, o la alienación mercantilista. Así, toda esa antropología se enreda en su verbo exuberante, cómico, que rastrea bajo nuestra herencia literaria, su subsuelo absurdo, barroco, carnavalesco, creando una cosmología imposible, donde se citan Kafka (aunque en Arreola deriva en un humor más transparente), o Góngora (véase el sampleado en "Los alimentos terrestres").
Marcel Schwob
Un escritor enfermo sabe a veces que una de las cartas que posee para vencer a la muerte es la libertad de su escritura. Escritor amado por Arreola, por Borges por Bolaño o por Stevenson (ambos sempiternos enfermos, y buscando el reposo en las islas del Pacífico, ambos enamorados de Villon, otro escritor maleante, poeta maldito, al que Stevenson homenajeó en un hermoso cuento). En Vidas imagiarias, también hay otros malditos, otros muertos de hambre que salen a escena en esta celebración de la libertad que gustará a los que gusten de Borges pero que le echen en falta la desvergüenza o incorrección de Bolaño. Porque esa caída libre en la imaginación que asombra en este corta obra recuerda mucho al alucinante mundo de Roberto Bolaño, donde cada palabra o cada frase cabalga enloquecida de vida, se encadena con pasión y libertad sintiendo la osadía de estas vidas al límite. Y lo edita Valdemar por si no lo saben.
Emmanuel Bové
Decía Samuel Beckett que cuando uno se escucha lo que se oye no es literatura. Emmanuel Bové (una debilidad del propio Beckett, o de Vila-Matas, que nos lo recomendó en una de sus novelas, y que es otra razón para leer a Vila-Matas, que no me canso de repetirlo) tenía ese hermoso sentido del detalle para desnudar nuestra mente atravesada de temores y pensamientos vergonzosos, por el espanto de sentirnos un cuerpo al que hay que mover, que ocupa un espacio que no escapa a la mirada de los otros, que amenaza con delatarnos. Somos, en esencia, seres ridículos. Mis amigos, su más conocida novela, narra la vida de un flaneur, de un pobre hombre que sólo "quiere parecese a todo el mundo", tener algún amigo, o alguna amante. Es impresionista porque está atravesada por esa luz que rasga toda impresión de realidad, de fugacidad o apariencia. O es surrealista por la forma de estampar en imágenes ese flujo de la conciencia. O por tirar más el hilo de cierta pedantería mía, precede a los postestructuralistas como Foucault o Bourdieu al mostrar que gran parte de los significados sociales y de la estructura del pensamiento se fundamentan en reglas violentas. Sin embargo, la lectura de esta magnífica obra nos invita a reflexionar sobre la belleza de los significado puros, no mediatizados por otros significados, de atreverse a tocar ese núcleo vital en el que cada cosa existe por sí misma, donde no importa lo que nos están contando, o sucediendo, sino sólo el vaivén de nuestra vida suspendida en un momento que tiene tanto de ridículo como de mágico.
Comentarios
;)
Saludos
Daro
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