Los campos magnéticos
Vivir de música es una impostura en la que creo.
Alguien escribe en la mesa de al lado. Vigila nuestras conversaciones y gestos, escenas representadas entre quejidos de humo y botellas. Traduciéndonos, ebrio de canciones, como haikus tejidos con las caricias y heridas del amor.
69 canciones que hurgan en la piel enferma del amor, descendiendo hacia las miserias de nuestro cuerpo como un edificio de sesenta y nueve plantas sin ascensor. Una vida alimentada por dos ficciones: las canciones y el amor.
Que la distancia entre nuestra vida y la vida real se antoje cada día más ancha sólo puede ser beneficioso.
La atracción o repulsión entre dos seres no sustentada bajo la Ley de la belleza, un capital que dilapidamos casi al nacer, ni siquiera en ese conjunto de rasgos personales que algunos llaman la belleza interior, pero que sólo es una frontera hecha de frases, de imposturas y de juegos, sino la Ley del amor como campo de batalla de los cuerpos, el amor como medio de dominación, la violencia de los campos magnéticos.
Componer durante todo el día, estar durante todo el día consternado por menudencias como rimas, melodías infantiloides, juegos de palabras por antiguos teclados y juguetes electrónicos... lo llaman nostalgia del futuro, pero yo tengo nostalgia de un pasado que no viví.
LOS CAMPOS MAGNÉTICOS: LA ATRACCIÓN
La atracción, o el poder vampírico del amor: unos cuerpos nutriéndose de la savia de otros cuerpos. Y en los besos, una violencia silenciosa, un crepitar de palabras tatuándose en la carne donde las promesas son como un billete de tren sin salida de emergencia guiado por extraños accidentes, un escenario donde interpretamos todos los papeles: el chantaje, la venganza, la autocompasión, el masoquismo y el sadismo, la posesión, el erotismo, la infidelidad. La vergüenza de los cuerpos que se ansían sin piel, se desean con un goce de cuchillas.
El escritor, como un zahorí, detectando las perturbaciones terrestres, explorando las corrientes subterráneas bajo las cicatrices de nuestros cuerpos.
Las citas en cursiva están sacadas de la entrevista a Stephin Merritt que le hizo Juan Manuel Freire para Rockdelux (nº 181, enero 2001)
Alguien escribe en la mesa de al lado. Vigila nuestras conversaciones y gestos, escenas representadas entre quejidos de humo y botellas. Traduciéndonos, ebrio de canciones, como haikus tejidos con las caricias y heridas del amor.
69 canciones que hurgan en la piel enferma del amor, descendiendo hacia las miserias de nuestro cuerpo como un edificio de sesenta y nueve plantas sin ascensor. Una vida alimentada por dos ficciones: las canciones y el amor.
Que la distancia entre nuestra vida y la vida real se antoje cada día más ancha sólo puede ser beneficioso.
La atracción o repulsión entre dos seres no sustentada bajo la Ley de la belleza, un capital que dilapidamos casi al nacer, ni siquiera en ese conjunto de rasgos personales que algunos llaman la belleza interior, pero que sólo es una frontera hecha de frases, de imposturas y de juegos, sino la Ley del amor como campo de batalla de los cuerpos, el amor como medio de dominación, la violencia de los campos magnéticos.
Componer durante todo el día, estar durante todo el día consternado por menudencias como rimas, melodías infantiloides, juegos de palabras por antiguos teclados y juguetes electrónicos... lo llaman nostalgia del futuro, pero yo tengo nostalgia de un pasado que no viví.
LOS CAMPOS MAGNÉTICOS: LA ATRACCIÓN
La atracción, o el poder vampírico del amor: unos cuerpos nutriéndose de la savia de otros cuerpos. Y en los besos, una violencia silenciosa, un crepitar de palabras tatuándose en la carne donde las promesas son como un billete de tren sin salida de emergencia guiado por extraños accidentes, un escenario donde interpretamos todos los papeles: el chantaje, la venganza, la autocompasión, el masoquismo y el sadismo, la posesión, el erotismo, la infidelidad. La vergüenza de los cuerpos que se ansían sin piel, se desean con un goce de cuchillas.
El escritor, como un zahorí, detectando las perturbaciones terrestres, explorando las corrientes subterráneas bajo las cicatrices de nuestros cuerpos.
Las citas en cursiva están sacadas de la entrevista a Stephin Merritt que le hizo Juan Manuel Freire para Rockdelux (nº 181, enero 2001)
Comentarios
" en el territorio del amor es dónde s eexpresa todo...sin las tinieblas no apreciaríamos la luz ".
Un canción , sirve para tantas cosas sin utilidad.
saludetes.
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