El porqué de mis peinados





El disco de la cabra

En medio de mi vida universitaria, alguien cubrió mi dosis mensual de novedades musicales prestándome una cinta de casete (una grabación de una grabación de una grabación del Cd original). Entonces mi pobreza me impidió dar el salto a lo digital, y yo seguía echando a volar por el balcón los carretes de cinta magnética de 90 Maxell que se me estropeaban. Recuerdo bien esas mañanas en las que las canciones de este disco ponían la banda sonora a mi vida de estudiante holgazán. Aún me traen el eco de todas esas mañanas soleadas en Huelva. Luego me compré el disco en cd, y descubrí también que con estos soportes podía asustar a los pájaros, y que dejaran de invadir el balcón.

“Muérete, la línea llega a la muñeca”

Después de dinamitar la banda, cerca del nuevo siglo, la carrera de Antonio Luque/Sr. Chinarro siguió evolucionando, y poco a poco las canciones de ese disco empezaron a vivir en horfandad. Aun siendo el padre biológico de la criatura, Antonio Luque parecía preguntarse ¿Cómo podía él aceptar la paternidad de un disco mal producido, mal cantado, con una instrumentación de mercadillo de gitanos, con los arreglos estrafalarios y bizarros de Belmonte, y esperar que la gente lo amara? ¿Cómo se creó este hermoso artefacto que ni él mismo entendía? Hay algo indefinible en ese disco: el hechizo, el aire de sueño, con sus letras incomprensibles, su extraña mezcla de tonos sombríos de los 80 con los aires arrabaleros del sur y sobre todo esa sensación de melancolía que transmite en todo momento. Desde entonces, Antonio Luque quedó convertido en rey de los mendigos, esos seres que oían una y otra vez el disco, siempre circular, girando como una noria, con esa tristeza y melancolía que tienen las norias al anochecer.

Chaufferette

Hay un aire enloquecido en las canciones, como si sólo giraran hacia delante... y casi no hay pausas entre canciones, no hay respiro, como si la canción siguiente se avergonzara de la anterior, y quisiera abandonarla en una continua fuga.

La metamorfosis es la metáfora de los cuerpos

Las letras también sufren ese vértigo de ir hacia delante, de querer derivar en otra cosa. Así, bajo escenarios reales, aunque distorsionados, de la cultura local (bares, verbenas, catedrales de Sevilla, afiladores, el tío de la cabra), o la cultura popular (cómics), late la lógica surrealista de Antonio Luque, como si fuera una película sevillana de Fellini. Así, las palabras mudan, se contaminan o retuercen como en un cuadro de Dalí. Las imágenes se transforman o metamorfosean. La metáfora se hace cuerpo, conformando esa belleza elusiva que forma el cuadro de El porqué de mis peinados. 



El disco se puede oír en Spotify

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