Los campos magnéticos
Vivir de música es una impostura en la que creo. Alguien escribe en la mesa de al lado. Vigila nuestras conversaciones y gestos, escenas representadas entre quejidos de humo y botellas. Traduciéndonos, ebrio de canciones, como haikus tejidos con las caricias y heridas del amor. 69 canciones que hurgan en la piel enferma del amor, descendiendo hacia las miserias de nuestro cuerpo como un edificio de sesenta y nueve plantas sin ascensor. Una vida alimentada por dos ficciones: las canciones y el amor. Que la distancia entre nuestra vida y la vida real se antoje cada día más ancha sólo puede ser beneficioso. La atracción o repulsión entre dos seres no sustentada bajo la Ley de la belleza, un capital que dilapidamos casi al nacer, ni siquiera en ese conjunto de rasgos personales que algunos llaman la belleza interior, pero que sólo es una frontera hecha de frases, de imposturas y de juegos, sino la Ley del amor como campo de batalla de los cuerpos, el amor como medio de dominación, la vi