Jo, Qué noche de Scorsese
Me gusta la fotografía del cine de los setenta, con sus tonos apagados, sucios, desvaídos, poco brillantes, en la que muchas veces una música de jazz alumbraba obsesiva un paisaje gris, como en bocanadas mugrientas de luz. En plena crisis del cine (la crisis económica hacía estragos como ahora), las películas pierden algo de color, los actores y actrices no acostumbran a ser tan guapos (sirva como ejemplo Gene Hackman), e interpretan a personajes poco heroicos. A su vez, los temas dejaron de a ser angélicos (resurgen las películas sobre drogas, corrupción y tramas políticas -el cine de Sydney Pollack o de Costa-Gavras, por ejemplo-, al calor de los escándalos políticos y de guerras como la de Vietnam), y es además la década dorada del porno, y los comienzos de la degradación del cine de terror -ese aliento maligno y frío que expulsaban los protagonistas del Exorcista no tenía parangón hasta entonces-. Jo, qué noche (1985), una de las mejores películas de Martin Scorsese, puede conside