Excusas para viajantes
No me he ido de casa aunque eso les parezca a quienes ven habitualmente las persianas echadas. Tampoco he tenido un ataque de locura transitoria como dicen mis enemigos que me vieron estos días acechando a todas horas junto a mi mujer la línea 2 de autobuses de Sevilla con una maleta con las ruedas rotas y una bolsa de viaje raída por mi gata. Si he robado un poco de tiempo de mis obligaciones profesionales es para ofrecer disculpas a todos aquellos (sé que son poquitos, pero agradecido estoy) que alguna vez visitan mi casa para ver cómo estoy. Me acabo de comprar un piso y no he dispuesto de tiempo ni de Internet en casa para escribir ni para visitar los blogs que más me gustan. Mis compañeros se ríen de mi pelo hirsuto y mi barba enmarañada, y me felicitan por compartir con ellos su risa de funcionarios felices de clase media. Debo de parecerme al hombre de las cavernas. La razón, que tiene todo el aspecto de un funcionario de hacienda o un vendedor de enciclopedias, me ha convencido